lunes, 3 de octubre de 2016

El Cordero de Dios


El sacerdote, mostrando al pueblo la hostia consagrada, repite las palabras de Juan Bautista: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Y añade las palabras que, según el Apocalipsis, dice en la liturgia celeste «una voz que sale del Trono, una voz como de gran muchedumbre, como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos: ... "Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero"» (Ap 19,1-9). En efecto, dice el sacerdote: «Dichosos los invitados a la cena del Señor».
A continuación, el pueblo responde repitiendo las palabras del centurión romano, que maravillaron a Cristo por su humilde y atrevida confianza: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme» (Mt 8,8-10).
(Texto de www.hogardelamadre.org)



Sin duda que conocer el sentido de las palabras y los gestos de la liturgia nos ayudan a entrar en comunión con el Señor. Pero es esencial la fe viva en aquellos que participan en la Eucaristía. Descubrir la presencia del Señor, su amor que se hace donación para entrar en comunión conmigo, es clave. Con palabras de Benedicto XVI, “la Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, manifestando el amor infinito de Dios por cada hombre” (SC, 1).

Pidamos una vez más a María, la mujer eucarística, que nos ayude a no desperdiciar el tesoro que Dios ha dado en la Eucaristía, sino que amando y viviendo el misterio de Cristo seamos transformados en Él.