2628 La adoración es la
primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la
grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del
Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el
“Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios
“siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración
de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da
seguridad a nuestras súplicas.
II. La oración de petición
2629 El vocabulario
neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir,
reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en
la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la
más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la
conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro
propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero
también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de
nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él.
(Catecismo de la Iglesia Católica)