El sacerdote toma
primero la patena con el pan, y con ambas manos la eleva un poco sobre el
altar, mientras dice la fórmula correspondiente; y lo mismo hace con el vino.
Las dos oraciones que el sacerdote pronuncia, en alta voz o en secreto, casi
idénticas, son muy semejantes a las que empleaba Jesús en sus plegarias de
bendición, siguiendo la tradición judía (berekáh; Lc 10,21; Jn 11,41).
“En el pan y el vino que llevamos al altar,
toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y
presentada al Padre”.
(Sacramentum
Caritatis, 47).
(Texto tomado de "Explicación de la Misa", Hogar de la Madre)